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La voz y el rostro renovado de la otrora rotonda de las Azucenas, dieron la bienvenida. La chirimía envolvió el cerro del Fortín para dar paso a la ovación al sello de ¡Viva Oaxaca!

El convite abrió el homenaje racial. Marmotas y monos de calenda desfilaron frente a la multitud que bajo el sombrero vestían la sonrisa de fiesta y asombro.

El grito a pecho abierto arrancó las primeras palmas de los asistentes atraídos por el derroche de color de los huipiles, la agilidad de los huaraches al vuelo de los jarabes y chilenas, del copal ceremonial, el rechifle de los toritos de papel, la sincronía del baile y la melancolía de las notas de la Tierra del Sol.

Ante la ausencia de don Gustavo Pérez Jiménez, la Guelaguetza no sonó igual pero vibró con la misma fuerza guiada por la jovialidad de la nueva voz, la de Luis Fernando Ríos Pallares.

Hasta el escenario bañado de sol, llegaron los jamás conquistados, los del pueblo nube y viento para rendir culto al Rey Condoy. La delegación de Santa María Tlahuitoltepec flotó en una danza solemne a traguitos de la bebida del maguey.

Entre el público las primeras travesuras. Los panes, manzanas y duraznos caían entre la euforia de un público entregado a la celebración. El vuelo de las manzanas era detenido por quienes distraídos recibían los regalos con la cabeza.

Al escenario salió San Jerónimo Tecoátl haciendo uso de la sabia palabra mazateca que después  hacia el público traduce: Reciban de mi gente estos presentes que son sones tecoatecos.

Un pasito brincadito. Ellos llevando bajo el brazo ánforas de mezcal, el guajolote y chiles. Ellas, engalanadas con rebozo lazado a los brazos alargados lo mismo que las trenzas sobre el pecho.

Enseguida el escenario se pintó del blanco huipil y calzón de manta de San Melchor Betaza, que  con la agilidad y paso repetitivo de sus sones y jarabes son «herederos del gigante zapoteca».

Las palmas hicieron cimbrar el auditorio cuando en un reclamo se escuchó «No somos parte del espectáculo, somos la celebración». Y así, las composiciones de José Ventura Gil hizo cantar al viento.

Las nubes opacaron el sol. Bajo el cielo teñido del gris aparecieron las mujeres y hombres de San Blas Atempa para presentar su Martes de Carnaval. Al ritmo de un movimiento cadencioso y la sonrisa carmesí las personas espectadoras aplaudieron el porte con el que solo las blaseñas visten de terciopelo bordado con flores.

Una melodía nostálgica hermanó el auditorio. Los sombreros de palma se alzaron en lo alto para seguir en un vaivén las notas de don José López Alavés en el centenario de La Canción Mixteca. Los pasitos ligeros en huaraches de Tlaxiaco recorrieron el escenario para bailar a ritmos divertidos de sus sones y jarabes.

Vino enseguida la delegación de San Bartolo Coyotepec con la Danza de la Pluma. Los virtuosos guerreros dieron muestra de agilidad y fuerza en una danza que representa la conquista española.

La tierra de la inmortal Zandunga se hizo presente con Santo Domingo Tehuantepec. Al grito de Viva Tehuantepec, el escenario se encendió sin dejar paso a la insistencia de Rafaél Acosta, alias Juanito, quien desesperadamente buscaba revivir como patiño entre los reflectores de las cámaras.

Detrás el humo de copal apareció la procesión a San Sebastián Mártir, santo patrono de San Sebastián Tutla, quien después de la procesión hizo gala del Jarabe del Valle que encendió la fiesta entre el revoloteo de las faldas tableadas y las canastas de flores.

La hora de los versos pícaros llegó. «Morenita cuando te vi no cabía yo de gozo, pero después de la boda resultó que era más grande el pozo», se oyó entre las carcajadas de los asistentes.

La respuesta aún mejor hizo estallar el auditorio. «El problema no era lo grande del pozo, el problema era lo corto de la soga».

Más adelante llegó la delegación de San Juan Tuxtepec. «Acabamos de llegar, medio viaje fue subir, medio viaje fue bajar. La montaña atravesamos, y la friega fue inclemente pero que tal ya llegamos, Tuxtepec está presente»

Los pasos ligeros de las bellas tuxtepecanas y la sincronía de sus movimiento, arrancaron ovación. Con la piña al hombro y los saltos alargados los aplausos no se hicieron esperar.

Inmediatamente después los de Santos Reyes Nopala, los amantes de la lengua difícil representaron la boda chatina, la tornaboda y la chilena.

Los de Villa Sola de Vega se oyeron fuerte en su zapateado y lucieron en el baile en donde los hombres con el rebozo de su pareja, simulan las alas de un zopilote revoloteando en el escenario.

El cierre lo dieron las Chinas Oaxaqueñas quienes con su singular alegría, acompañadas de los chirimiteros y tamborilleros interpretaron el Jarabe del Valle.

fuente noticiasnet.mx

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