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Francisco no revolucionó México. Pero quizá sembró la semilla para algunos cambios que el tiempo dirá si se materializan o no.

Con las expectativas por los cielos sobre lo que iba a hacer y decir en cinco días, el Papa cerró su viaje al segundo país con más católicos con una esperada misa en Ciudad Juárez, en la frontera con Estados Unidos.

En su visita el argentino, de 79 años, regañó a obispos, apeló a la responsabilidad de los gobernantes, pidió perdón a los indígenas, visitó a presos y les dio un mensaje de esperanza a los jóvenes.

Y sobre todo se encargó de visibilizar las tragedias que aquejan a México, de poner en primera fila a quienes más sufren por la situación del país y de llamar la atención de quienes tienen la responsabilidad.

El Papa rezó en la frontera entre México y Estados Unidos.

Pero, en definitiva, no hizo más que un esfuerzo por despertar la conciencia de la sociedad para que sea ésta el origen del cambio.

«El papa no es un fiscal, puede señalar los problemas que aquejan a sus feligreses, a veces se le pide demasiado al señor, hay cosas que tenemos que hacer los ciudadanos», le dice a BBC Mundo Elio Masferrer, presidente de la Sociedad para el Estudio de las Religiones.

BBC Mundo analiza el viaje de cinco días de Francisco por el país, repasa los cinco momentos clave y sus principales frases.

Una misa binacional en la frontera

Quizá el acto más esperado de Francisco fue el último.

Su misa en Ciudad Juárez, luego de rezar frente al Río Bravo a los pies de una cruz blanca erigida en el lugar que separa México de Estados Unidos, fue seguida a ambos lados de la frontera.

En el mayor corredor migratorio del mundo, Francisco habló de la «crisis humanitaria» de la migración.

«Son hermanos y hermanas que salen expulsados por la pobreza y la violencia, por el narcotráfico y el crimen organizado. Frente a tantos vacíos legales, se tiende una red que atrapa y destruye siempre a los más pobres», señaló el Papa.

El jefe de la Iglesia católica, quien días atrás había pedido que México sea un país «donde no haya que emigrar para soñar», se despidió citando al poeta Octavio Paz de quien leyó el comienzo de su poema «Hermandad» y dijo:

«La noche nos puede parecer enorme y muy oscura, pero en estos días he podido constatar que en este pueblo existen muchas luces que anuncian esperanza».

El Papa dedicó su última homilía en México a hablar de la tragedia de la migración forzada.

Y al hablar de esperanza y reconversión, en su última homilía antes de partir de regreso a Roma, Francisco mencionó a Nínive, la ciudad bíblica que corría riesgo de ser destruida.

Andrew Chesnut, director de Estudios Católicos de la Universidad de la Mancomunidad de Virginia, destaca la referencia del Papa: «No lo dijo por su nombre, pero obviamente era una analogía con un México en pecado mortal. Pero hay tiempo para convertirse y salvarse».

«Estamos a tiempo de reaccionar y transformar, convertir lo que nos está destruyendo como pueblo, lo que nos está degradando como humanidad», señaló Francisco.

«Si tienen que pelearse, peléense»

Era el sábado al mediodía, y con apenas unas horas en el país, Francisco tenía enfrente a la jerarquía eclesiástica en la Catedral Metropolitana.

Al Vaticano, evidentemente, habían llegado las historias de divisiones en la interna de la Iglesia mexicana, más conservadora que lo que a Francisco le gustaría y no tan apegada a esa iglesia «pobre y para los pobres» que el Papa tanto ha pregonado.

Francisco aprovechó su discurso para mostrarles el camino e indicarles qué tipo de religiosos deben ser.

«No se necesitan príncipes, sino una comunidad de testigos del Señor», les espetó y abogó por una Iglesia transparente donde no se pierda el tiempo en «habladurías e intrigas» ni se dejen «corromper por el materialismo trivial».

Pidió a los obispos no menospreciar el desafío del narcotráfico y los instó a no quedarse en condenas genéricas sino que demuestren «coraje profético».

¡Ay de ustedes si se duermen en los laureles!», le dijo el Papa a los obispos mexicanos.

«Les ruego no caer en la paralización de dar viejas respuestas a las nuevas demandas (…). ¡Ay de ustedes si se duermen en los laureles!».

Un discurso pensado para sacudir, fortalecer y renovar la segunda mayor Iglesia católica del mundo después de la de Brasil.

«Nunca ha hablado tanto sin pelos en la lengua, es impresionante la fuerza de las a los obispos, el regaño que les dio fue muy impresionante», asegura Chesnut.

Un Papa en el Palacio Nacional

Era el primer discurso de Francisco en México. Y era la primera vez que un Papa era recibido en el Palacio Nacional, sede del Poder Ejecutivo.

Ante la clase gobernante, el jerarca católico no dejó pasar la ocasión para lanzar una crítica indirecta sobre la responsabilidad de los dirigentes en los males del país, un concepto en el que hizo especial hincapié.

La realidad mexicana, dijo, «nos lleva inevitablemente a reflexionar sobre la propia responsabilidad a la hora de construir el México que queremos» y aseguró que un futuro esperanzador se forja cuando la sociedad se empeña en el bien común.

En un país que ocupa el puesto 95 de 168 en el índice de percepción de corrupción de Transparencia Internacional, y acostumbrado a la corrupción en distintos ámbitos, las palabras del Papa no fueron elegidas al azar.

En su discurso, Francisco abogó por la construcción de una política «auténticamente humana» y apeló a la responsabilidad de los dirigentes, quienes deben «de modo especial trabajar para ofrecer a todos los ciudadanos la oportunidad de ser dignos actores de su propio destino».

Ante el presidente Enrique Peña Nieto, Francisco apeló a la responsabilidad de la clase gobernante.

«Esto no es sólo un asunto de leyes que requieran de actualizaciones y mejoras —siempre necesarias—», añadió, «sino de una urgente formación de la responsabilidad personal de cada uno».

Felipe Monroy, director del semanario católico Nueva Vida, considera que lo más destacado de la visita fueron sus palabras en el Palacio Nacional.

«El mensaje en contra de la búsqueda de privilegios que conducen a la corrupción y que esta corrupción conduce a la violencia inexorablemente, con esa parte me quedo, hay que reflexionar mucho a propósito de eso», le dice a BBC Mundo.

Para Monroy, aunque podría haber dicho cosas «más duras», sí dijo «cosas fuertes y trató de hacer propuestas, señaló errores, problemas, eso es importante, no señaló todos los problemas, es cierto pero tampoco es Batman».

El perdón a los indígenas

El Papa aprovechó su paso por Chiapas, el estado con mayor población indígena de México y el más pobre, para pedirle perdón a las comunidades indígenas.

Francisco no sólo celebró una misa acompañado con diáconos indígenasdonde se hicieron lecturas en idiomas nativos, sino que decretó oficialmente el uso de lenguas originarias en ceremonias religiosas.

También al visitar la tumba de Samuel Ruiz, un obispo defensor de los indígenas cercano a la Teología de la Liberación y por ende cuestionado desde la jerarquía de la Iglesia mexicana y el Vaticano, envió un claro mensaje.

Macario Schettino, profesor de la Escuela de Gobierno del Tecnológico de Monterrey, destaca la relevancia de los discursos de Francisco en los que apeló al concepto de igualdad.

El Papa reconoció el aporte de los indígenas a su paso por Chiapas, el estado más pobre de México.

«Me parece que es una postura muy interesante y que puede ser muy útil para la discusión pública. Seguimos discriminando mucho en América Latina, a indígenas, a grupos de recursos escasos», le dice a BBC Mundo».

«Eso es lo que tenemos que discutir», agrega, «aceptarnos como iguales para que entonces eventualmente también económicamente se vayan cerrando las brechas».

El Papa empático y estratégico

Frente a la seriedad de algunos de sus discursos, Francisco mostró su mejor cara en su encuentro con las familias en Chiapas y en la reunión con jóvenes en Michoacán.

Enérgico y distendido, este Papa en su versión más empática hizo una vigorosa defensa de la importancia de la familia para la sociedad:

«Hoy en día vemos y vivimos por distintos frentes cómo la familia está siendo debilitada, cuestionada. Cómo se cree que es un modelo que ya pasó y que no tiene espacio en nuestras sociedades que, bajo la pretensión de modernidad, propician cada vez más un modelo basado en el aislamiento».

El Papa llamó a los jóvenes reunidos en Morelia que no se dejen seducir por el narcotráfico.

En Chiapas escuchó los testimonios de una madre soltera, de un adolescente en silla de ruedas por una distrofia muscular, de una pareja de divorciados vueltos a casar y otra con 50 años de matrimonio.

Allí cuestionó a quienes prefieren el confort antes que tener hijos:

Cientos de miles de personas acudieron a los diversos actos del Papa en México.

«Prefiero una familia que una y otra vez intenta volver a empezar, a una familia y sociedad narcisista y obsesionada por el lujo y el confort. ¿Cuántos chicos tenés? No, no tenemos porque claro nos gusta salir de vacaciones, ir al turismo, quiero comprarme una quinta, el lujo y el confort y los hijos quedan y cuando quisiste tener uno ya se te pasó la hora. ¡Qué daño que hace eso!«.

En un intento de acercarse a la gente y alejarse de conceptos pomposos, el Papa hizo hincapié en la «mentira» de la ausencia de peleas en las familias y aseguró que «es conveniente que de vez en cuando discutan y que vuele algún plato». Y aprovechó para bromear: «Qué marido y qué mujer no se pelean, y más cuando se mete la suegra».

En su encuentro con los jóvenes en Morelia, Francisco les dijo que ellos representaban la riqueza, la esperanza y la dignidad de México.

En una tierra asediada por la violencia, aconsejó a los jóvenes y los llamó a que no se dejen seducir por el narco: «No se dejen desvalorizar, no se dejen tratar como mercancía».

«Es mentira que la única forma de vivir, de poder ser joven es dejando la vida en manos del narcotráfico o de todos aquellos que lo único que están haciendo es sembrar destrucción y muerte», señaló Francisco.

Andrew Chesnut, director de Estudios Católicos de la Universidad de la Mancomunidad de Virginia, destaca la presencia en México de ese Papa pastor y evangelizador que, en definitiva, es su tarea principal.

«Un gran enfoque suyo fue la juventud. No sólo por convicción pero también porque sin los jóvenes la Iglesia no tiene futuro. Tiene un lado sincero y uno estratégico», explica.

Y aunque el Papa pronunció 13 discursos ante cientos de miles de personas durante su visita, su paso por México quizá sea recordado por muchos por ese momento en el que Francisco perdió la calma y regañó a un mexicano.

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