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Emilio Morales Pacheco

Este lunes no es como otros, Oaxaca vivió la octava de su máxima fiesta, La Guelaguetza.

Los colores, la música y el folclor, prenden el entusiasmo de su gente y de quienes los visitan.

El preludio del fin de los festejos provoca que hoy resuenen más los aplausos y vítores a las delegaciones sean mayores, como si con ello pudiera extenderse la celebración

Previo a la exhibición más cotizada de Oaxaca hubo un ensayo con el público presente, el arribo de cada comunidad participante, era reforzado por el grito emotivo de los asistentes.

Con la salvedad de las protestas por la decisión de cerrar paso hacia el Cerro del Fortín para vehículos particulares y de una que otra persona que presumía ser pariente de “alguien importante”, el acceso al Auditorio ocurrió sin incidencias.

El ejercicio del lunes anterior sirvió en mucho para corregir errores y disminuir las quejas, a las 8:30 de la mañana la otrora Rotonda de las Azucenas estaba prácticamente abarrotada, la primera emisión de la Octava de la Guelaguetza comenzaría pronto.

Mientras, la prensa “cazaba” literalmente a los funcionarios públicos a las afueras del lugar, las jóvenes que participaban en algunas delegaciones buscan afanosas a los artistas que se decía andaban en la zona, querían la foto aunque no sabían con precisión de quienes se trataba.

Este lunes no es como otros, Oaxaca vivió la octava de su máxima fiesta, La Guelaguetza.

Los colores, la música y el folclor, prenden el entusiasmo de su gente y de quienes los visitan

El preludio del fin de los festejos provoca que hoy resuenen más los aplausos y vítores a las delegaciones sean mayores, como si con ello pudiera extenderse la celebración

Previo a la exhibición más cotizada de Oaxaca hubo un ensayo con el público presente, el arribo de cada comunidad participante, era reforzado por el grito emotivo de los asistentes.

Con la salvedad de las protestas por la decisión de cerrar paso hacia el Cerro del Fortín para vehículos particulares y de una que otra persona que presumía ser pariente de “alguien importante”, el acceso al Auditorio ocurrió sin incidencias.

El ejercicio del lunes anterior sirvió en mucho para corregir errores y disminuir las quejas, a las 8:30 de la mañana la otrora Rotonda de las Azucenas estaba prácticamente abarrotada, la primera emisión de la Octava de la Guelaguetza comenzaría pronto.

Mientras, la prensa “cazaba” literalmente a los funcionarios públicos a las afueras del lugar, las jóvenes que participaban en algunas delegaciones buscan afanosas a los artistas que se decía andaban en la zona, querían la foto aunque no sabían con precisión de quienes se trataban

Las chinas estuvieron presentes con su gran belleza. FOTO: Emilio Morales

Como se acostumbra en los pueblos oaxaqueños, han pasado ocho días desde que iniciara la fiesta, esa donde se acostumbra llevar una ayuda al anfitrión para que enfrente el gasto, el de la fiesta de la comunidad, el de la boda, el nacimiento y hasta el del duelo.

Así llegaban los participantes al auditorio, sonrientes, fervorosos y orgullosos de sus trajes, los de gala dicen para ocasiones especiales.

Apenas arribaron las autoridades encabezadas por el mandatario Alejandro Murat Hinojosa, inició la ofrenda de la Diosa Centeotl, quien pidió a propios y visitantes disfrutar de esta hermosa tradición y a participantes y organizadores dar su mejor esfuerzo para cerrar con broche de oro esta festividad.

Fueron las Chinas Oaxaqueñas quienes abrieron con el Convite y Jarabe del Valle, así como se anuncia cada festividad en Oaxaca, con ese ánimo que caracteriza a este noble pueblo.

A ellas siguieron 13 delegaciones más que representaron a las ocho regiones del Estado, Tecomaxtlahuaca, Tututepec, Ixcatlán, San Francisco Sola, Huautla de Jiménez, San Juan Bautista Tuxtepec, Teococuilco de Marcos Pérez, Ocotlán de Morelos, San Bartolo Coyotepec, Juchitán de Zaragoza, Santa María Huatulco, Tlacolula de Matamoros y Santiago Jamiltepec y por ellas, trajes multicolores, flores, vuelos, danzas, sones y notas musicales inundaron el escenario.

El auditorio vibra y se pone de pie

Ineludible presencia, incomparable belleza e insustituibles delegaciones, Tuxtepec y sus mujeres bellas; Zaachila y sus Guerrero Danzantes y Juchitán y sus tradiciones, provocaron el grito cargado de emoción de los presentes.

La presencia de las cuenqueñas fue uno de los momentos más intensos, Flor de Piña…»medio día fue subir, medio día fue bajar, ¡Tuxtepec está presente!»

La ofrenda, el dar un poquito de lo que cada pueblo oaxaqueños tiene, es la esencia en esta fiesta.

fuente  Jaqueline Bertha

 

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